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HIPOCAMPO DE CONCENTRACIÓN

Mundonevera

Mundonevera

No lo oímos porque no ha dejado de sonar, pero tiene sonido, el mundo suena, no sé si en Mí o en Sol, pero suena. Un día dejará de sonar y ahí lo notaremos, se nos tupirán los oídos y tal vez nos quede un zumbido como el que se nos queda cuando deja de sonar un ventilador o una nevera. Un ruido que uno tiene interiorizado y no percibe. Yo, por lo menos, no soy consciente las 24 horas del día de que hay una nevera hasta que de repente oigo que se para el ruido. Ahí es cuando pienso: era la nevera. ¿Y si fuera igual? Tal vez tengamos el ruido del mundo intrínseco desde el momento en que nacemos, tal vez esté alto de volumen y por eso lloramos al nacer, porque es la primera vez que lo oímos, y nos duele, pero nos adaptamos, nos acostumbramos a su sonido, crecemos con él, vivimos con él, y no nos daremos cuenta de su ronroneo hasta que pare, como la nevera. Y tal vez ese día, todos los peatones nos paremos en seco en la calle tapándonos los oídos por el estrépitoso silencio, y sea éste el que dé importancia al predecesor decibelio y así tengamos en cuenta lo que ignorábamos. Tal vez el mundo tenga que parar para que recordemos que estamos en él, tal vez tenga que callar para que lo valoremos, o la felicidad, o el amor, o mi ventilador, o tal vez no debería callarse nunca, porque a recuerdos necios olvidos sordos.

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