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HIPOCAMPO DE CONCENTRACIÓN

La mano de Dios

La mano de Dios

No me gusta celebrar mi cumpleaños. Aún pasada mi adolescencia, las veces que han conseguido sentarme a comer una tarta, me han hecho pedir un deseo antes de soplar. Incluso Richi, mi amigo de ciencias, pone cara de estúpido entusiasmado con la cámara de fotos a la espera de que yo solicite algo que no se rige por la ley de causa y efecto. Yo, simplemente soplo un deseo y pido las velas, pero tampoco depende de mí esa petición. Pero en mi último cumpleaños quise hacer algo inusual y así evitar que mis amigos me localizaran. Era domingo y fui a misa. Estaba totalmente dispuesto a vivir por un día todas las tradiciones cristianas como un creyente cualquiera, solo por probar, por variar. Pero en lugar de una misa había una boda multitudinaria, así que me quedé en la puerta, sin entrar, pero escuchando toda la ceremonia mientras hablaba con El Fula, o así me dijo que se llamaba aquel hombre flaco, sucio y drogado que estaba pidiendo dinero en la entrada del templo.

 

- Te juro que no tengo ni una moneda amigo. - Le confesé sin necesidad de hacerlo dentro de la iglesia-

- Dios te lo pague hermano. 

- Te aseguro que si me lo paga te doy un poco. - Bromeé con él-

- Es para un bocadillo.

- ¿Y no tienes con las monedas que hay ahí recolectadas?

- Sí, pero también quiero algo para beber.

- También te da con eso.

- Vale hermano, estoy metido en la droga hasta el fondo. ¿Contento?

- No, no estoy contento. ¿Me puedo sentar aquí contigo?

- Si no me vas a dar lecciones de que estoy metido en la mierda y todo eso, sí, puedes.

- Tranquilo, el de las lecciones está ahí dentro. -Señalé al interior de la iglesia-

 

Sonrió dejando ver esos 7 dientes amarillos y ese aliento de muerte, pero sonrió y al menos durante esos tres segundos, salió un poco de su mierda.

 

- Soy el Fula, hermano. - Se presentó-

- Encantado.

- ¿Por qué te sientas a hablar conmigo tío?

- No lo sé, es mi cumpleaños y quería hacer algo diferente. Vine a misa.

- Hombre, felicidades hermano.

- Muchas gracias. Dime, ¿consigues mucho dinero aquí pidiendo?

- Pues depende. Días sí, días no.

- ¿Cual es tu táctica?

- La pena hermano, la pena. Me da igual dar pena por un pico.

- Ya.

- ¿Y das pena?

- Tú me dirás, ¿Te doy pena?

- Pues no, ahora mismo tienes encima más dinero que yo. Pena no, pero sí me da rabia que necesites de la droga.

- Ya, soy débil y todo ese sermón. Te puedes ir ya hermano.

- No, perdona, no era sermón. Escucha la de mentiras que están sonando ahí dentro. Eso es un sermón. Yo solo te digo que me da rabia. Tú drógate si lo necesitas hombre.

- Señora, una voluntad por favor. - Se dirigió a una señora mayor que por su vestimenta tenía voluntad, pensión de viudedad y títulos de duquesa-

- Ni te ha mirado. - Le señalé-

- Son todas igual de putas. - Se cabreó-

- Putas y ricas. - Entré yo en su juego-

- Son los más pobres los que me sueltan alguna moneda. Los que son como ésta no dan nada.

- Bueno, piensa que si todos te dieran, hasta yo me dedico a esto.

- A veces me da para mis picos y mis comidas y sigo pidiendo. Ya es como mi día a día.

- Haces bien. Si te dan es que han podido dártelo, y si han podido es porque no les duele o no les importa, así que aprovéchate.

- Eso hago hermano.

- ¿Y por qué aquí? ¿En una iglesia?

- Porque el que está ahí dentro dando el sermón les da a entender que hay que hacer buenas obras. Yo puedo ser la primera que se encuentren al salir.

- Muy buena. Aprovechando la vulnerabilidad.

- Su falsedad más bien. Es para quedarse ellos mejores con sigo mismos, no para ayudarme.

- Probablemente.

- No. Seguro. Vivo de esto hermano. Les conozco.

 

Nos echamos a reír y justamente reverberó en nuestros oídos una frase épica del cura.

 

- Vivid el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros a Dios. - Dijo el cura-

- Eso. Crucificándote. - Añadí-

- Jaja. Es buena esa hermano. - Dijo El Fula-

- Creo que voy a entrar a escuchar todo eso Fula, a ver si llego a alguna conclusión. 

- No hermano, quédate aquí un rato más.

 

 No pude negarme con esa mirada decaída y esa sonrisa de 7 dientes que le acababa de arrancar.

 

- Coño Fula, ahora sí me has dado pena hombre. Me quedo.

- ¿Ves como funciona?

- Mierda, soy otro hipócrita ¿no?

- Que va. Eres un tío de puta madre hermano.

- ¿Tío o hermano?

- ¿Qué?

- Nada, déjalo.

- Era otro chiste ¿no? - Preguntó con cara de duda-

- Si Fula sí. No te preocupes.

- No los pillo a veces tío. Tengo la cabeza hecha una mierda.

- No te preocupes. Entiendo lo que es tener mierda en la cabeza.

- ¿También te drogas?

- Creo que debería, pero no.

- Mejor.

- ¿Has visto como me ha mirado ese señor? - Le pregunté-

- Por estar conmigo.

- Ya.

- Es su cumpleaños señor, déjele algo. - Le dijo el Fula al señor de la mirada-

- Eso es dinero sucio Fula, yo paso. - Añadí-

 

El hombre se acercó a mí con cara de pocos amigos e insultándome, pero el Fula se levantó a calmarlo y a decirle que no me hiciera caso, que yo estaba drogado, que no se pelearan al lado de la casa de Dios. El señor siguió caminando de largo y refunfuñando sobre nosotros.

 

- Otro hijo de puta. - Insultó el Fula en voz baja mientras se volvía a sentar a mi lado-

- Gracias. Ese me pegaba.

 

Al instante una señora mayor con bastón le echó tres monedas al Fula acompañadas de una advertencia:

 

- No te lo gastes en drogas niño, que tienes unos ojos bonitos.

- Tranquila señora. Vaya con Dios.

- Hazle caso Fula, que esta parecía buena gente. Cómprate el bocadillo con esas monedas, y la droga con las demás que te den. - Le recomendé-

- Vale. - Y se las guardó en el bolsillo, dejando las otras en el suelo para que se vieran-

 

El cura volvió a oírse bastante alto:

 

- El amor es paciente, afable, no tiene envidia, no presume ni se engríe, no es maleducado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal...

- Eso es un robot. - Me dije en voz baja-

- ¿Qué dices? - Me preguntó el Fula sin enterarse de nada-

- Nada, yo aquí analizando.

- Ah ¿el discurso? - Reaccionó él-

- Sí

- Vale vale, ¿un robot? No te entiendo hermano.

- No te preocupes.

- ¿Ya ha dicho la parte del arroz?

- No Fula, eso es al final, cuando salen, que se lo tiran por encima.

- No, no te enteras hermano.

 

Yo callé sin discutir y tratándolo un poco de loco. Si hay algo típico en las bodas es el baño de arroz que reciben los novios al salir del recinto, pero Fula creo que se estaba confundiendo. A saber cuánto llevaba consumido ese día. De repente el cura volvió a gritar con tono solemne y convincente, volviéndose a escuchar con fuerza desde fuera:

 

- San Pablo a los Corintios: El amor también espera sin límites, aguanta sin límites. el amor no pasa nunca.

-¿Ves? - Interrumpió el Fula- Lo que te decía, el cura acaba de hablar del arroz.

 

Me eché a reír a carcajadas y disculpándome totalmente con él por no haberle creído antes. Resulta que él también había analizado esos discursos boda tras boda y domingo tras domingo, y efectivamente, esa persona que yo había dado por drogado e inconsciente, también analizaba ese sermón religioso hasta aprendérselo de memoria, y encontrando un símil que superaba con creces a los que había hecho yo hasta ahora.

 

- Ahí has estado increíble Fula. Sí señor. - Le felicité dándole la mano y arrepintiéndome al instante por la suciedad y el mal olor que desprendía la misma-

 

El cura seguía con su ceremonia, aparentemente memorizada:

 

- Hoy, comienza su gran aventura, la que contemplan, pienso, con gran gozo, grandes ilusiones y tal vez trepidación por lo improvisto y la incertidumbre del futuro...

- Ahí tiene razón. - Le apremié-

 

Continuó:

 

- ... pero con fe incondicional  el uno en el otro.

- Sí, espiándole los mensajes del móvil. - Volví a hablar yo solo-

- Te vendo un móvil hermano. - Enlazó el Fula-

- No gracias, ya tengo uno.

- Oye, ¿Dónde conseguiste esos auriculares que te cuelgan? -Cambió de tema-

- Me lo regalaron hace tiempo. No lo sé.

- Están muy guapos. ¿Qué oyes?

- Nada, ahora a ti. Antes música.

- ¿Hay fútbol?

- Sí, si lo encuentro sí.

- Me encantaría uno de esos para los domingos aquí sentado.

- Pero si te ven con esto van a pensar de todo, excepto que necesitas dinero.

- Es verdad. 

 

Y volvió a soltar su frase repetitiva a la espera de monedas. Yo, mientras, buscaba la sintonía de radio que retransmitía el fútbol y la encontré. Le di un auricular a él y el otro me lo puse yo. Dio la casualidad que ambos éramos del mismo equipo de fútbol que estaba jugando precisamente esa tarde de domingo. Por una oreja oíamos el partido y por la otra la ceremonia de boda. Iglesia y fútbol, era el domingo por antonomasia. Durante unos minutos el Fula dejó de pedir limosna y me comentaba el partido paralelamente al verdadero locutor. Maldecía y apremiaba cualquier oportunidad del equipo y me contagió el entusiasmo. El panorama visto desde fuera era un chico aparentemente normal y con buena ropa, sentado al lado de un harapiento con aroma, escuchando ambos un partido de fútbol en la puerta de una iglesia donde celebraban una boda. El cura seguía su discurso y a veces se oía ese tono unísono de una muchedumbre repitiendo alguna "palabra del señor", aunque la mayoría parecía balbucear. La boda iba avanzando al igual que el partido de fútbol, los novios esperaban nerviosos el final del encuentro mientras el estadio rezaba por un gol milagroso. El partido estaba ya en tiempo de descuento y nuestro equipo iba perdiendo por uno a cero. El cura volvió a sonar más alto de lo normal:

 

- Si hay alguien que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre-

- ¡Gooooool! 

 

El Fula y yo gritamos saltando abrazados celebrando el empate de nuestro equipo. Había sido un gol con la mano y el árbitro pensó que había sido de cabeza. No lo podíamos ver, pero el locutor así lo narraba. Repetíamos entusiasmados la palabra gol olvidándonos por un instante de todo lo que nos rodeaba, peatones y un templo sagrado repleto de testigos que acababan de enterarse de que lo que se oponía a ese matrimonio, no era ni más ni menos que la mano de Dios. 

Mientras El Fula y yo seguíamos celebrando, salieron cuatro hombres enormes, con traje y corbata, aparentemente familiares de los novios, o eso demostraban sus empujones y sus blasfemias contra nosotros al lado de la casa del señor. Nos separaron al Fula y a mí, me llevaron hacia la derecha y a él hacia la izquierda. El objetivo era alejarnos de la iglesia o pegarnos una paliza, pero ninguno de los dos opuso resistencia. Solo estábamos contentos por el gol de nuestro equipo y lo demás no nos importaba. El Fula gritaba de lejos, entre empujones, "Vivan los novios" y yo le gritaba "Quédate los auriculares, te los regalo". Era como cuando separan a dos familiares porque la policía se lleva detenido a uno y el único factor de unión que les une son los gritos desesperados de afecto. El aire y las ondas sonoras son el único medio en esos momentos y El Fula seguía aprovechando ese medio ya a unos 50 metros: "Gracias hermano, feliz cumpleaños".

Aquellos dos gorilas me soltaron a una distancia prudencial de la iglesia y ya no se veía ni se oía al cura ni al Fula. Me despedí de los pseudo guardaespaldas disculpándome y comunicando mis felicitaciones a los novios.

Fue mi fiesta de cumpleaños más peculiar hasta el momento. Fui a la iglesia por probar, analicé discursos de boda y conocí a alguien al que sin conocerme me llamaba hermano. No tenía mucho uso de razón aunque para las pintas que llevaba se le veía algo de lucidez. Descubrí en ese cumpleaños que la felicidad son 7 segundos de un gol junto a 7 dientes podridos y que la iglesia aún sigue sin aclararse, porque está claro que lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre, sino la mano de Dios.

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