Cortocircuito
Un cortocircuito a los 12 años jugando con un enchufe fue lo que le incitó a hacerse electricista para que 30 años más tarde una mujer casada le contratara para instalar un interruptor al lado de su cama y apagar la luz para minimizar la culpabilidad que sentía al hacer el amor mientras su marido estaba de viaje trabajando en una central petrolífera ordenando nuevas prospecciones para que la sociedad de consumo pudiera obtener gasolina y que aquel asesino pudiera huir en su mercedes a tiempo del escenario del crimen de aquel magnate que explotó física y psicológicamente a cientos de agricultores que trabajaban de sol a sol proporcionando tomates de calidad exquisita a aquel supermercado céntrico de la ciudad donde tú y yo nos peleamos por la única cebolla que quedaba en el estante de las verduras causando aquel ataque absurdo de risa compenetrada que nos brindamos en la misma escala cromátca y desterrando para siempre esa teoría de la cebolla y las ganas de llorar, consiguiendo que entre carcajadas te pidiera una cita en aquel restaurante donde te besé justo en el momento en el que un niño de 12 años tiraba un vaso de agua sobre aquella lámpara provocando un cortocircuito algo menor que el de nuestros ventrículos
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