Y nada más que la verdad
“Mírame a la cara y dime que es verdad” Esta frase se dirá 345.007 veces al día en todo el mundo en diferentes idiomas ante un mismo contexto, pero creo que es errónea, la verdad no está en la cara, sino en el reverso, ni siquiera en la letra pequeña de la apariencia, ni en un titular, ni en una mirada, ni en el beso presencial. La verdad está en lo ausente, en lo que no se muestra, en lo que no muestras. No creas cuando te digan que te hablan con el corazón en la mano, es parte del guión. No digas nunca “te juro sinceridad y transparencia”. No, no te ridiculices, es mentira, nunca dirás la verdad, no toda, no la que no te interesa que se vea. Eres un mentiroso, asúmelo, pero no con disonancias cognitivas, no, no te engañes y autojustifiques.
-Sé que fumar mata y aún así me autoconvenzo de que también podría morir atropellado.
-Trabajo en una petrolífera pero soy ecologista. Bah, pero sigo con mis ideales, lo que quiero es erradicar el problema desde dentro.
Estas mentiras propias para evitarnos la incomodidad que nos provoca contradecirnos han salvado muchas vidas. La de suicidios que habrá evitado el autoengaño; pero ¿Por qué no asumirlas? ¿Por qué no dejar de alardear de honestidad y asimilar que solo somos actores defendiendo su trabajo, que es la reputación? Todos queremos quedar bien, y la mentira es el salvoconducto perfecto para ello. Y es diaria. El problema es la luz, ¿verdad? Cuando la encienden y se te ve. El problema es la pérdida del anonimato, el problema es el testigo. Nada es ilícito oculto tras el secreto, ahora bien, cuando se descubre sí que es delito. ¿Pero antes no? ¿El delito es delito per se? ¿O solo cuando te pillan? Bárcenas no era corrupto ni Urdangarín infiel, hasta que se descubrieron sus discos duros y sus emails, respectivamente; Y a esa ética de arena movediza nos aferramos. Pero ya los clavos están dejando de arder. Son fragua pasada. Y solo queda esa triste ceguera de los “No me consta” o los “prefiero creer que” o los “prefiero no pensar en eso” o los “confío plenamente en él” o el tan recurrido “ojos que no ven corazón que no siente”. ¿Qué ensayo te beneficia más? ¿El de la ceguera o el de la lucidez? Yo tras malvivir en el primero, prefiero sobrevivir en el segundo. Gracias Saramago.
Así que aviso desde hoy, amante venidera (o ciudadano, político y humanidad en general) que no te pienso creer, porque ni siquiera sé si yo te diré la verdad. No pierdas el tiempo vendiéndome lo que sabes -en tu fuero interno- que no vas a cumplir. Que un día se te puede ver el reverso, lo que hay detrás de tu código Pin, The Dark Side of the moon, el hielo sumergido del iceberg, los segundos de oscuridad del faro que enseñas, tu ventana de Johari de par en par … y la humillación será abismal por sentirte de repente descubierta, desnuda, sin máscara ni escudo. Dime desde hoy que me mentirás en tu beneficio, y te creeré; y no habrá decepción cuando se descubra tu otro tú, que es el más tú de tus pronombres. Cambiemos la frase. Ve siempre con la mentira por delante, pero reconociendo que la verdad está por detrás y que la enseñarás solo cuando te interese. Asumo tu mentira, pero no tu hipocresía. Ésa es la repugnante y nauseabunda. Y no vale el comodín de “no quise hacerte daño”. Sabes que será mentira, lo que no querrás es dejarte en evidencia ni que yo sienta decepción por ti; quieres seguir mostrando (que no demostrando) que eres ese ser agradable y semi perfecto que enseñas de cara a la galería. Hazme daño, está asumido, pero no me vendas toallitas si luego llevan crin. Yo desde hoy, te juro con el corazón en la mano, No decir la verdad, toda la verdad ni nada más que la verdad. Créeme. Juro que todo será mentira, pero no te pienso mentir.
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