Son más de diez años de música. Durante un tercio de mi vida le he puesto banda sonora a todo lo que me ocurre, se me ocurre, pienso, sufro, disfruto, reflexiono... Me cuesta concebir la vida sin música, observo en canciones, pienso en símiles, analizo en palabras, camino en tarareos, me despierto chirriando los dientes en 3x4, en los desvelos improviso melodías mirando al techo, la gente me ve a ratos ausente y a veces no entienden que estoy pensando en otro lado aunque mi cuerpo esté presente, tengo folios, libretas, carpetas y el móvil lleno de frases que se me ocurren por la calle, en una conversación, comiendo, durmiendo... tengo 143 canciones que avalan esta locura y aunque a veces quiero, me es imposible darme tregua y parar. Cansa, sinceramente, cansa, no es fácil y no siempre se remunera; no todo el hipocampo es orégano. Cansa pero alivia y despeja y libera y limpia. Es mi terapia, toda esta bulimia me es necesaria, probablemente sin ella tendría esas famosas crisis de ansiedad, esas depresiones que invaden cada vez más a esta sociedad ansiolítica. Juro que yo no, juro que soy feliz vomitando mis miserias, porque las expulso y dejan de tocarme un poco, las disfrazo, las maquillo con ironía, con humor, con sarcasmo, a veces las aliño con crudeza, muy pocas veces las visto de melancolía, pero las expulso y me calman la crisis (la propia). Lo necesito como el adicto necesita su dosis. El "satiriásico" necesita su polvo, el ludópata su bingo, el "dudópata" jugar con fuego, el diabético insulina y yo mis canciones. Por desgracia, muchos le llaman a esto oportunismo, egolatría, alardear... y cierto es que muchos sí que lo hacen por eso, pero yo hablaré de mí y de mis necesidades.
No hace mucho hablando con un amigo me dijo que era una pena que no se me haya reconocido. En un principio me sumé a su pena, pero tras reflexionarlo analicé la expresión reconocido, y madre mía, ¿reconocido? por supuesto que me siento reconocido. Tal vez no me pagan los billetes de avión, ni me llevan los instrumentos, ni me lo tienen todo montado para yo llegar y cantar, ni me gestionan todo el marketing, publicidad y cartelería, no. De hecho aún sigo mandando mensajes acosadores a mis conocidos pintándoselo todo bonito para convencerles de que vayan a mi próximo concierto, sigo promocionándome con el boca a boca, sigo pagándome los viajes para tocar en más provincias y rezando para que mínimo recaude lo mismo que perdí en el viaje, sigo cargando la guitarra al hombro, sigo tocando gratis en muchos sitios... pero sí, me siento reconocido, y ya no solo por el aplauso y su ambigüedad (ya reconozco el sincero, antes no) sino por la ilusión que veo en la gente que me rodea cuando me ve actuar, por los no conocidos que me paran y me dicen "tío, estoy enganchado a tus canciones, me ayudan a no emparanoiarme con mis mierdas" por ver que un amigo parafrasea uno de mis estribillos hablando de su situación sentimental, por despertar el interés en gente y artistas que admiro de toda la vida, por convencer al obtuso, por provocar al recto, por generar. Esa es la palabra; no sé cuánto vale lo que hago, no sé cuál es su código de barras, a qué equivale, ¿a poco? ¿a mucho? ¿a algo? no lo sé, no sé cuánto vale pero sé que vale la pena. Sé que genera algo en el espectador, incluso en mí. Odio, cariño, risa, náusea... no lo sé, quizás de todo un poco, pero genera, golpea, rasga, toca, acaricia, roza, sopla... DA. Y eso, querido apóstrofe, para mí es ser reconocido...
Gracias a todos los que me siguen..
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