Síndrome de Estocolmo
Tres años y medio saliendo con ella. Antes de empezar él la tenía mitificada, en un pedestal, pero al poco de empezar, comenzó a ver sus fallos; no era lo que él había visto en ella, y ésta, poco a poco se convertía en lo que él odiaba, pero claro, él decidió continuar con ella, porque pensaba que por algo la había elegido. Pero no había forma de estar a gusto con ella; cada día lo sorprendía con algo nuevo, una burla, una decepción, un “hago ésto aunque te dije que haría lo otro”, una mentira, un engaño… y así hasta que él se inmunizó de esa relación tóxica. Se resignó a continuar con ella porque la quería, o eso pensaba. Él veía a otras parejas y sentía envidia, de hecho veía a otras chicas y le llamaban muchísimo la atención, pero claro, no podía hacer nada, sí que podía, pero se había impuesto ser fiel, aunque fuera contranatura; y además se decía a sí mismo… “¿dejarla por otra? ¿para qué, si seguro que la siguiente también me va a decepcionar?” y en esa asunción resignada y resignación asumida, vivía.
Ella cada vez se reía más de él y él no hacía nada, pero sus amigos desde fuera sí que veían ese machaque psicológico y esa manipulación; tenía ese famoso síndrome de Estocolmo que lo ataba a quien lo maltrataba, así que gracias a sus amigos él empezó a aflorar su personalidad y a decirle a su pareja que ya no iba a permitir ciertos comportamientos en ella. “una más, y me largo” -le decía él- Y ahí fue cuando ella empezó a reaccionar y a pedirle “Perdón” “Sé que ha sido duro pero te prometo que cambiaré”. “No volverá a ocurrir” “Quédate conmigo” “Nadie te va a tratar como yo”. Y él volvía a re-mitificarla recordando solo lo bonito del principio y auto-omitiéndose la mierda, y volvía a caer en esa trampa, porque ese cambio que ella prometía solo era un espejismo, un embeleco. Y volvían sus dudas. “¿Qué hago? ¿me resigno? ¿me quedo quieto sin hacer nada? Total, ¿hacer algo para qué? Si la dejo y me voy con aquella a la que se me van los ojos últimamente… seguro que se convertirá en lo mismo, o peor. Para eso me quedo donde estoy”.
Y así es como millones de personas viven frustradas, atrapadas en su inconfortable zona de confort, por no arriesgarse a cambiar, no a cambiar de esencia, porque nadie cambia, sino a cambiar de parecer, a cambiar de ubicación. Creo que no hay nada más humilde en este mundo que cambiar de opinión; la intransigencia es muy peligrosa, y a mi gusto, fea. Afea a la persona.
Su mejor amigo lo cogió un día y le dijo: “Mírate tío, estás hecho una mierda, y si no cambias te va a seguir pudriendo, te vas a seguir pudriendo, y por consiguiente nosotros también al verte pudriéndote. Haz algo YA! Lo que sea, elige otra opción tío, la que sea, intenta que sea la que más te convenza, aunque sea un engatusamiento, o si no te convence ninguna, pues ninguna, pero no recaigas en la misma, sal ya de esa espiral, ¿No has visto todo lo que te ha hecho? ¿En serio se te ha olvidado todo eso? Es una impresentable y se aprovecha de la capacidad que tenemos para olvidar (bendita sea, todo sea dicho, esa capacidad de difumino para evitar suicidios colectivos) Déjala ya. Haz algo ya. Lo que sea menos lo vigente, por favor, que pareces un malpaís. Venga, reflexiónalo ok? te veo mañana en nuestro colegio electoral”
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