Tirarse el rollo (Postureolítico)
Hace años tuve una de esas conversaciones interesantes y desternillantes con mis amigos, estábamos borrachos pero lúcidos y, sentados todos alrededor de una mesa, de repente uno empezó a hablar de cine de autor (ruso o iraní, a saber) y otro le dijo: "Deja de tirarte el rollo anda". La expresión tirarse el rollo fue la clave de lo que quedaba de noche. El que se tiraba el rollo le dijo al otro que el hecho de decir que no se tire el rollo era también tirarse el rollo en plan "mi criterio es mejor que el tuyo"; a lo que el otro le respondió "¿a quién quieres impresionar?" entonces interrumpí diciendo: "Y a quién quieres impresionar tú con tu comentario de a quién quieres impresionar?". Y otro saltó diciendo: "Mira Víctor cómo se tira el rollo"... El bucle que continuó ya se lo pueden imaginar y todos llegamos a la conclusión de que Todo implica "tirarse el rollo". Uno decía: "Eh, que yo estoy callado, no me estoy tirando nada" y el otro le contestaba que incluso estar callado sin participar era ejercer su particular tirada de rollo para que las chicas que había allí y que no conocíamos pensaran: "qué misterioso el que no habla". Todo. No había escapatoria. Todo era tirarse el rollo, todo era para demostrar, para alardear. La soberbia era tirarse el rollo, al igual que la humildad, simplemente para que el espectador (que somos todos) saque su valoración sobre el otro. Es lo que a día de hoy llaman de manera despectiva el "Postureo", pero yo creo que éste está desde siempre, solo que ahora lo hay en mayor cantidad gracias o por culpa de las redes sociales y la inmediatez de la tecnología.
Todo se resume al "MÍRAME". Yo, aquí, en este blog, me estoy tirando el rollo, porque al publicar este relato lo expondré a la valoración de todo el que quiera y lo comentarán o pondrán un "Me gusta" para, a su vez, tirarse el rollo y que la gente vea que te gusta el artículo, o para que yo lo vea, o simplemente lo leerán pero no pondrán nada porque no les gusta, les es indiferente o porque también está de moda el Antipostureo que es el mayor de los postureos, el "Yo no me conecto a las redes ni leo lo que cuelgan" Es decir, la tirada de rollo nodriza para que digan de él: "Oh, cuán autosuficiente e inteligente que no le hace falta la aprobación de nadie".
A veces pienso que vivo del postureo (sigo sin darle el tono peyorativo) "Miren mi última canción", "Miren mi última ocurrencia", "Miren qué concierto más bueno", "Miren qué artículo"... pero es lo normal, todos vamos a una entrevista de trabajo con un curriculum: "Miren qué nota media", "qué experiencia", "qué credenciales". Nos exhibimos ante la chica que nos gusta como un pavo real, "mira qué gracioso soy", "mira qué películas me gustan", "mira como te miro". Incluso el amor se tira el rollo: "Mira cómo te quiero". Y el dolor: "Mira cómo sufro", "mira cuánto duele", o los que van de fuertes: "Mira qué poco me importa". Todos "vamos de". Somos animales sociales, o como decía Aristóteles, Zoon Politikon, es decir, que somos capaces de relacionarnos y en esa relación humano-humano reside nuestra realización como personas. Intercambiamos, absorbemos, interactuamos, captamos y elegimos, y siempre en el entorno que nos socializa. Desde el principio de los tiempos: En el neolítico: "Mira qué bien dibujo mamuts en las cuevas". En el Neolítico: "Mira cómo tallo". Y en el Postureolítico: "Mira mis pies en la orilla de la playa". Y todo quedará para el recuerdo (de alguien) para el reconocimiento, positivo o negativo. Salvo cuando éramos niños chicos sin consciencia, cuando eran nuestros padres los que nos sacaban fotos para que "Miren qué guapo es mi hijo", todo lo demás ha sido tirarnos el rollo. La nota de clase, el gol en el recreo, la orla, el salto a la piscina, la foto de perfil, hablar o no hablar en el ascensor (y si tiene cámara de seguridad y estamos solos, observen cómo cambia nuestro comportamiento cuando nos están grabando en comparación a cuando nadie nos ve) el beso a mi chica en instagram, mi acto altruísta, ahora que están tan de moda las nominaciones y retos por las redes echándose cubos de agua por encima para que todos vean qué simpático y comprometido soy con los afectados de ELA. Famosos retando a famosos, y claro, el otro acepta el reto para que "no vayan a pensar de mí que...". (Icebucketchallengue)
Todos buscamos aprobación, directa o indirectamente, y todos queremos un juicio; eso sí, somos tan egoístas e incongruentes que cuando una persona te pide opinión y se la das, y ésta concuerda con lo que ella piensa o quiere que le digas, todo va bien, y acepta tu juicio; pero en el momento en que tu opinión discrepa con lo que necesita escuchar, te dice: "No me juzgues". Mal dicho. Tú sí quieres que te juzguen, así que hay que ser más honestos y decir: "No me lleves la contraria porque eso que me dices no me sienta bien. No me gusta tu juicio hacia mí". Porque para escuchar lo que quieres oir lo mejor es comprarse una grabadora y grabar tus monólogos interiores, o simular en el espejo conversaciones con la otra persona en la que tú siempre ganas, o recurrir al mal llamado amigo que te dice Sí a todo, ok, ok, ok, ya, ya, tienes razón... Todos queremos un juicio, solo que nos cuesta más aceptar el que no nos deja en buen lugar.
Y entre juicios, alardeos, aprobaciones y descréditos presumimos de exhibicionistas ante al voyeur y espiamos al que se exhibe; analizamos al que se expone, y nos exponemos al analítico, nos pavoneamos ante el juez y juzgamos al fanfarrón, pero sobre todo, mostramos lo que queremos que se vea para que nos miren, está en nuestro ADN desde siempre:
"Mira papá, mira, ¿me viste? ¿papá? ¡¡¡¿papá?!!! mira, ¿me ves? ¿No lo viste? Mira cómo lo hago. Mira Papá, mira, mírame, mírame".
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