¿QUIERES CANSARTE CONMIGO?
Es una ley física, todos nos cansamos tras someternos a una tarea continuada: Trabajar, correr, hacer el amor, gimnasia, cargar, viajar, leer… y hasta sin ejercitar nada, ni la mente, como por ejemplo, esperar. La gente se cansa de esperar y se va. Todo cansa, pero no sólo desde el lado negativo; hasta lo que gusta cansa, y nosotros nos gustábamos mucho. Deseábamos cansarnos cada día el uno con el otro, para después descansarnos y volver a cansarnos. Al día siguiente de vernos ya sentíamos la necesidad de volver a cansarnos; se había creado una dependencia de cansancio. Cansarse era bueno, lo aterrador era agotarse, y a ella se le agotaron las ganas de cansarse. A ella, que hacía 4 años quería casarse sin N y conmigo, “quiero casarme contigo”, “quiero formar una familia contigo” y todos los etcéteras conmigo; quería cansarse conmigo "hasta que la muerte nos separe", pero se equivocaba al decirme esas frases, mentía porque no era eso exactamente lo que quería.
Ella se fue. Me dio esas famosas explicaciones enrevesadas y llenas de eufemismos paliativos por no decirme literalmente que ya no me quería, que se había agotado. Yo lo intenté pero me cansé de intentarlo, lloré pero me cansé de llorar, esperé pero me cansé de esperar, resurgí y lo superé con el tiempo (ese sedante infalible)
Un día haciendo ejercicio por la calle, cansado de correr con la lengua fuera, paré y la vi de frente, embarazada y con su nuevo marido, no sé si feliz o no, pero eso sí, con su objetivo cumplido, que era el de casarse y formar una familia, sin el “contigo”. El “contigo” era lo que sobraba cuando me lo decía a mí. Yo fui el “contigo” que ella necesitaba en aquella época para su objetivo. ¿Amor o meta? ¿qué gana? He ahí la cuestión. ¿Somos sólo la herramienta para el sueño de alguien?
Con todas esas preguntas y dilemas me fui a mi casa, abrí la puerta y abracé a mi hijo y a mi esposa.
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